Era el año 1951, cuando Mons. D. Arturo Tabera, obispo inicial de la recién creada Diócesis de Albacete, pedía al floreciente Carmelo de Fuenterrabía un grupo de Hermanas para fundar una nueva Comunidad orante y permanente que impulsase y transmitiese vida y Espíritu a este nuevo proyecto eclesial, a su Seminario, cuna de futuros sacerdotes, y a toda esta ciudad que se abría a esta enriquecedora andadura. El destino fue una sorpresa para las Hermanas, pero no les faltó energía y gracia, alegría y espíritu para responder al SÍ ya dado. Se extendía el Carmelo Descalzo en Albacete: nacía el Monasterio del Inmaculado Corazón de María.
Entre julio y noviembre se cubrieron las dos expediciones que dieron origen a nuestro Carmelo. Y enseguida fue el Señor atrayendo a jóvenes dispuestas a entregarse a Él, queriendo formar parte de esta familia, y haciendo crecer y enriquecerse a la que es hoy nuestra Comunidad.
Toda Comunidad religiosa es fruto y consecuencia de la Resurrección de Cristo. Al presente, las Hermanas que formamos la Comunidad actual, procuramos beber de la herencia recibida como Don, buscando transparentar la riqueza de nuestra Vida Consagrada, que recoge y propone la alegría y la belleza del seguimiento de Cristo, mostrando que esta otra forma de vida es preciosa y posible.
Por la apertura y sinceridad con que deseamos vivir, nos gozamos de tener UN SOLO CORAZÓN Y UNA SOLA ALMA, y aspiramos a que se cumpla en nosotras el deseo de JESÚS: QUE SEAN UNO PARA QUE EL MUNDO CREA.